EVANGELIO DE SAN JUAN
Capítulo 1
11En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. 2Él estaba en el principio junto a Dios. 3Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. 4En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. 6Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: 7este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. 8No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. 9El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. 10En el mundo estaba; | el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. 11Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. 12Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. 13Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, | ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. 14Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. 15Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». 16Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. 17Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. 18A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. 19Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». 20Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». 21Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». 22Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». 23Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». 24Entre los enviados había fariseos 25y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». 26Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, 27el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». 28Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando. 29Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. 31Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». 32Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. 33Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”.
Capítulo 2
Capítulo 3
31Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. 2Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él». 3Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios». 4Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?». 5Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. 6Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. 7No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; 8el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu». 9Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?». 10Le contestó Jesús: «¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? 11En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. 12Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? 13Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. 14Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, 15para que todo el que cree en él tenga vida eterna. 16Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 18El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. 19Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. 20Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. 21En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios». 22Después de esto, fue Jesús con sus discípulos a Judea, se quedó allí con ellos y bautizaba. 23También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salín, porque había allí agua abundante; la gente acudía y se bautizaba. 24A Juan todavía no le habían metido en la cárcel. 25Se originó entonces una discusión entre un judío y los discípulos de Juan acerca de la purificación; 26ellos fueron a Juan y le dijeron: «Rabí, el que estaba contigo en la otra orilla del Jordán, de quien tú has dado testimonio, ese está bautizando, y todo el mundo acude a él». 27Contestó Juan: «Nadie puede tomarse algo para sí si no se lo dan desde el cielo. 28Vosotros mismos sois testigos de que yo dije: “Yo no soy el Mesías, sino que he sido enviado delante de él”. 29El que tiene la esposa es el esposo; en cambio, el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo; pues esta alegría mía está colmada. 30Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar. 31El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. 32De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. 33El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
Capítulo 4
41Cuando supo Jesús que habían oído los fariseos que Jesús hacía más discípulos que Juan y que bautizaba 2(aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), 3dejó Judea y partió de nuevo para Galilea. 4Era necesario que él pasara a través de Samaría. 5Llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; 6allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. 7Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber». 8Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. 9La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). 10Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva». 11La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; 12¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?». 13Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; 14pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna». 15La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla». 16Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve». 17La mujer le contesta: «No tengo marido». Jesús le dice: «Tienes razón, que no tienes marido: 18has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad». 19La mujer le dice: «Señor, veo que tú eres un profeta. 20Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén». 21Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. 23Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. 24Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad». 25La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo». 26Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo». 27En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?». 28La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: 29«Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?». 30Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. 31Mientras tanto sus discípulos le insistían: «Maestro, come». 32Él les dijo: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis». 33Los discípulos comentaban entre ellos: «¿Le habrá traído alguien de comer?». 34Jesús les dice: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. 35¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; 36el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. 37Con todo, tiene razón el proverbio: uno siembra y otro siega. 38Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado. Otros trabajaron y vosotros entrasteis en el fruto de sus trabajos». 39En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho». 40Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. 41Todavía creyeron muchos más por su predicación, 42y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo». 43Después de dos días, salió Jesús de Samaría para Galilea. 44Jesús mismo había atestiguado: «Un profeta no es estimado en su propia patria». 45Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. 46Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. 47Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. 48Jesús le dijo: «Si no veis signos y prodigios, no creéis». 49El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño». 50Jesús le contesta: «Anda, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. 51Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. 52Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre». 53El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. 54Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
Capítulo 5
51Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 2Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, 3y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. 4 5Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. 6Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?». 7El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado». 8Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». 9Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado, 10y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla». 11Él les contestó: «El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”». 12Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?». 13Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado. 14Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor». 15Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. 16Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado. 17Jesús les dijo: «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo». 18Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. 19Jesús tomó la palabra y les dijo: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, 20pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro. 21Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. 22Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, 23para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió. 24En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida. 25En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. 26Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. 27Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. 28No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: 29los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. 30Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 31Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. 32Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. 33Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. 34No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. 35Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. 36Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. 37Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, 38y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis. 39Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, 40¡y no queréis venir a mí para tener vida! 41No recibo gloria de los hombres; 42además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. 43Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis. 44¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? 45No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. 46Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. 47Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».
Capítulo 6
61Después de esto, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea (o de Tiberíades). 2Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. 3Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. 4Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. 5Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». 6Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. 7Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». 8Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: 9«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 10Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. 11Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. 12Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». 13Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. 14La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». 15Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo. 16Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, 17embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; 18soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. 19Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron. 20Pero él les dijo: «Soy yo, no temáis». 21Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban. 22Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. 23Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. 24Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. 25Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». 26Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. 27Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios». 28Ellos le preguntaron: «Y ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». 29Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado». 30Le replicaron: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? 31Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”». 32Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. 33Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». 34Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». 35Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; 36pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. 37Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, 38porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. 39Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. 40Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día». 41Los judíos murmuraban de él porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», 42y decían: «¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?». 43Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. 44Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. 45Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. 46No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. 47En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. 48Yo soy el pan de la vida. 49Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; 50este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. 51Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». 52Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». 53Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. 55Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. 57Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. 58Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre». 59Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún. 60Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». 61Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, 62¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? 63El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. 64Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. 65Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede». 66Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. 67Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». 68Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; 69nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». 70Jesús le contestó: «¿Acaso no os he escogido yo a vosotros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo». 71Lo decía por Judas, el hijo de Simón Iscariote, pues este lo iba a entregar, uno de los Doce.
Capítulo 7
71Después de estas cosas, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. 2Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. 3Le decían sus hermanos: «Sal de aquí y marcha a Judea para que también tus discípulos vean las obras que haces, 4pues nadie obra nada en secreto, sino que busca estar a la luz pública. Si haces estas cosas, manifiéstate al mundo». 5Y es que tampoco sus hermanos creían en él. 6Jesús les dice: «Mi tiempo no ha llegado todavía, el vuestro está siempre dispuesto. 7El mundo no puede odiaros a vosotros, a mí sí me odia porque doy testimonio contra él de que sus obras son malas. 8Subid vosotros a la fiesta. Yo no subo a esta fiesta, porque mi tiempo no se ha cumplido todavía». 9Después de decir estas cosas, permaneció en Galilea. 10Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. 11Los judíos lo buscaban en la fiesta y decían: «¿Dónde está?», 12y había muchos comentarios acerca de él entre las turbas. Unos decían: «Es bueno»; otros decían: «No, sino que engaña a la gente». 13Pero nadie hablaba de él en público por miedo a los judíos. 14A mitad de la fiesta, subió Jesús al templo y se puso a enseñar. 15Los judíos preguntaban extrañados: «¿Cómo es este tan instruido si no ha estudiado?». 16Jesús entonces les contestó: «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado; 17el que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios podrá apreciar si mi doctrina viene de Dios o si hablo en mi nombre. 18Quien habla en su propio nombre busca su propia gloria; en cambio, el que busca la gloria del que lo ha enviado, ese es veraz y en él no hay injusticia. 19¿Acaso no os dio Moisés la ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué queréis matarme?». 20Respondió la gente: «Tienes un demonio, ¿quién quiere matarte?». 21Jesús les contestó: «He hecho una obra y todos os admiráis 22por ello. Moisés os dio la circuncisión —aunque no es de Moisés, sino de los patriarcas— y vosotros circuncidáis a un hombre en sábado. 23Si un hombre recibe la circuncisión en sábado para que no se quebrante la ley de Moisés, ¿por qué os enojáis contra mí porque he curado en sábado a un hombre enteramente? 24No juzguéis según apariencia, sino juzgad según un juicio justo». 25Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es este el que intentan matar? 26Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? 27Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene». 28Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; 29yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado». 30Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora. 31De la gente, muchos creyeron en él y decían: «Cuando venga el Mesías, ¿acaso hará obras mayores que las que ha hecho este?». 32Oyeron los fariseos que la gente comentaba estas cosas sobre él, y los sumos sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para apresarlo. 33Jesús dijo: «Todavía un poco de tiempo estoy con vosotros y después voy al que me ha enviado. 34Me buscaréis y no me encontraréis, y donde yo estoy vosotros no podéis venir». 35Decían los judíos unos a otros: «¿Adónde va a marchar este que no podamos encontrarlo? ¿Acaso va a marchar a la diáspora para instruir a los griegos? 36¿Qué significa esta palabra que dijo: “Me buscaréis y no me encontraréis, y donde yo estoy no podéis venir vosotros”?». 37El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó: «El que tenga sed, que venga a mí y beba 38el que cree en mí; como dice la Escritura: “de sus entrañas manarán ríos de agua viva”». 39Dijo esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado. 40Algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: «Este es de verdad el profeta». 41Otros decían: «Este es el Mesías». Pero otros decían: «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? 42¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?». 43Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. 44Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. 45Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron: «¿Por qué no lo habéis traído?». 46Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre». 47Los fariseos les replicaron: «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? 48¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? 49Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos». 50Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: 51«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?». 52Ellos le replicaron: «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas». 53Y se volvieron cada uno a su casa.
Capítulo 8
81Por su parte, Jesús se retiró al monte de los Olivos. 2Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. 3Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, 4le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». 6Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. 7Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». 8E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. 9Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. 10Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». 11Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». 12Jesús les habló de nuevo diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». 13Le dijeron los fariseos: «Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero». 14Jesús les contestó: «Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. 15Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; 16y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado, el Padre; 17y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. 18Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me ha enviado, el Padre». 19Ellos le preguntaban: «¿Dónde está tu Padre?». Jesús contestó: «Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». 20Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora. 21De nuevo les dijo: «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros». 22Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?». 23Y él les dijo: «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. 24Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que “Yo soy”, moriréis en vuestros pecados». 25Ellos le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les contestó: «Lo que os estoy diciendo desde el principio. 26Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él». 27Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. 28Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. 29El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada». 30Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él. 31Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; 32conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». 33Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?». 34Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. 35El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. 36Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. 37Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. 38Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre». 39Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán». Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. 40Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. 41Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre». Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios». 42Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió. 43¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. 44Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo porque es mentiroso y padre de la mentira. 45En cambio, a mí, porque os digo la verdad, no me creéis. 46¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? 47El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no escucháis, porque no sois de Dios». 48Le respondieron los judíos: «¿No decimos bien nosotros que eres samaritano y que tienes un demonio?». 49Contestó Jesús: «Yo no tengo demonio, sino que honro a mi Padre y vosotros me deshonráis a mí. 50Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. 51En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre». 52Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? 53¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?». 54Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, 55aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. 56Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». 57Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?». 58Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy». 59Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Capítulo 9
91Y al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. 2Y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó: este o sus padres, para que naciera ciego?». 3Jesús contestó: «Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. 5Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo». 6Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, 7y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)». Él fue, se lavó, y volvió con vista. 8Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ese el que se sentaba a pedir?». 9Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él, pero se le parece». Él respondía: «Soy yo». 10Y le preguntaban: «¿Y cómo se te han abierto los ojos?». 11Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver». 12Le preguntaron: «¿Dónde está él?». Contestó: «No lo sé». 13Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. 15También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo». 16Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. 17Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?». Él contestó: «Que es un profeta». 18Pero los judíos no se creyeron que aquel había sido ciego y que había comenzado a ver, hasta que llamaron a sus padres 19y les preguntaron: «¿Es este vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?». 20Sus padres contestaron: «Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; 21pero cómo ve ahora, no lo sabemos; y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse». 22Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. 23Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él». 24Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». 25Contestó él: «Si es un pecador, no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo». 26Le preguntan de nuevo: «¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?». 27Les contestó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?». 28Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: «Discípulo de ese lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. 29Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene». 30Replicó él: «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. 31Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad. 32Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; 33si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder». 34Le replicaron: «Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?». Y lo expulsaron. 35Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?». 36Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». 37Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». 38Él dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él. 39Dijo Jesús: «Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos». 40Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: «¿También nosotros estamos ciegos?». 41Jesús les contestó: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís “vemos”, vuestro pecado permanece.
Capítulo 10
101En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; 2pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. 4Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: 5a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». 6Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. 7Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. 8Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. 9Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. 10El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. 11Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; 12el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; 13y es que a un asalariado no le importan las ovejas. 14Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, 15igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. 16Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. 17Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. 18Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre». 19De nuevo se produjo una escisión entre los judíos por causa de estas palabras. 20Muchos de ellos decían: «Tiene un demonio y está loco, ¿por qué lo escucháis?». 21Otros decían: «Estas no son palabras de un endemoniado; ¿cómo puede un demonio abrir los ojos a los ciegos?». 22Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, 23y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. 24Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». 25Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. 26Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. 27Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, 28y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. 29Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. 30Yo y el Padre somos uno». 31Los judíos agarraron de nuevo piedras para apedrearlo. 32Jesús les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?». 33Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios». 34Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? 35Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, 36a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? 37Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, 38pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre». 39Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. 40Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. 41Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad». 42Y muchos creyeron en él allí.
Capítulo 11
111Había caído enfermo un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana. 2María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro. 3Las hermanas le mandaron recado a Jesús diciendo: «Señor, el que tú amas está enfermo». 4Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». 5Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba. 7Solo entonces dijo a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea». 8Los discípulos le replicaron: «Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver de nuevo allí?». 9Jesús contestó: «¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10pero si camina de noche tropieza, porque la luz no está en él». 11Dicho esto, añadió: «Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo». 12Entonces le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se salvará». 13Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural. 14Entonces Jesús les replicó claramente: «Lázaro ha muerto, 15y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su encuentro». 16Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: «Vamos también nosotros y muramos con él». 17Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. 18Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; 19y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano. 20Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. 21Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. 22Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». 23Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». 24Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». 25Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; 26y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». 27Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». 28Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: «El Maestro está ahí y te llama». 29Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él: 30porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. 31Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. 32Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano». 33Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció 34y preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?». Le contestaron: «Señor, ven a verlo». 35Jesús se echó a llorar. 36Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!». 37Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?». 38Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. 39Dijo Jesús: «Quitad la losa». Marta, la hermana del muerto, le dijo: «Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días». 40Jesús le replicó: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?». 41Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; 42yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». 43Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, sal afuera». 44El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar». 45Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. 46Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. 47Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. 48Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación». 49Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; 50no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera». 51Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; 52y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. 53Y aquel día decidieron darle muerte. 54Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. 55Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. 56Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: «¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?». 57Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
Capítulo 12
121Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. 2Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. 3María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. 4Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: 5«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». 6Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. 7Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; 8porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis». 9Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. 10Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, 11porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús. 12Al día siguiente, la gran multitud de gente que había venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, 13tomaron ramos de palmeras y salieron a su encuentro gritando: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel». 14Encontrando Jesús un pollino montó sobre él, como está escrito: 15«No temas, hija de Sión; he aquí que viene tu Rey, sentado sobre un pollino de asna». 16Estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que esto estaba escrito acerca de él y que así lo habían hecho para con él. 17Entre la gente que daba testimonio se encontraban los que habían estado con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro y lo resucitó de entre los muertos. 18Por esto, también le salió al encuentro la muchedumbre porque habían oído que él había hecho este signo. 19Por su parte, los fariseos se dijeron a sí mismos: «Veis que no adelantáis nada. He aquí que todo el mundo le sigue». 20Entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; 21estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, queremos ver a Jesús». 22Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. 23Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. 24En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. 25El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. 26El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. 27Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: 28Padre, glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». 29La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. 30Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. 31Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. 32Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». 33Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir. 34La gente le replicó: «La Escritura nos dice que el Mesías permanecerá para siempre; ¿cómo dices tú que el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto? ¿Quién es ese Hijo de hombre?». 35Jesús les contestó: «Todavía os queda un poco de luz; caminad mientras tenéis luz, antes de que os sorprendan las tinieblas. El que camina en tinieblas no sabe adónde va; 36mientras hay luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz». Esto dijo Jesús y se fue y se escondió de ellos. 37Habiendo hecho tantos signos delante de ellos, no creían en él 38para que se cumpliera el oráculo de Isaías que dijo: «Señor, ¿quién ha creído nuestro anuncio? y ¿el brazo del Señor a quién ha sido revelado?». 39Por ello no podían creer, porque de nuevo dijo Isaías: 40«Ha cegado sus ojos y ha endurecido sus corazones, para que no vean con sus ojos y entiendan en su corazón y se conviertan y yo los cure». 41Esto dijo Isaías cuando vio su gloria y habló acerca de él. 42Sin embargo, incluso muchos de los principales creyeron en él, pero, a causa de los fariseos, no lo confesaban públicamente para no ser expulsados de la sinagoga, 43pues prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios. 44Jesús gritó diciendo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. 45Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. 46Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. 47Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. 48El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. 49Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. 50Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».
Capítulo 13
131Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. 2Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; 3y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, 4se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; 5luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. 6Llegó a Simón Pedro y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». 7Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». 8Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». 9Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». 10Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». 11Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios». 12Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. 14Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: 15os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. 16En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. 17Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. 18No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. 19Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. 20En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado». 21Diciendo esto, Jesús se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar». 22Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. 23Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. 24Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. 25Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?». 26Le contestó Jesús: «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado». Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. 27Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». 28Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. 29Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. 30Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. 31Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. 32Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. 33Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: «Donde yo voy no podéis venir vosotros». 34Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. 35En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros». 36Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿adónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde». 37Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». 38Jesús le contestó: «¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.
Capítulo 14
141No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. 2En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. 3Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. 4Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». 5Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». 6Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. 7Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». 8Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». 9Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? 10¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. 11Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. 12En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. 13Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. 15Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. 16Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, 17el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. 18No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. 19Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. 20Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. 21El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él». 22Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?». 23Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. 24El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. 25Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, 26pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. 27La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. 28Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. 29Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. 30Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, 31pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo. Levantaos, vámonos de aquí.
Capítulo 15
151Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. 2A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. 3Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; 4permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. 6Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. 7Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. 8Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos. 9Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. 10Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. 12Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. 13Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. 14Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. 15Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 16No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. 17Esto os mando: que os améis unos a otros. 18Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. 19Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. 20Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. 21Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió. 22Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa de su pecado. 23El que me odia a mí, odia también a mi Padre. 24Si yo no hubiera hecho en medio de ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado, pero ahora las han visto y me han odiado a mí y a mi Padre, 25para que se cumpla la palabra escrita en su ley: “Me han odiado sin motivo”. 26Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; 27y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Capítulo 16
161Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis. 2Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. 3Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. 4Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho. No os dije estas cosas desde el principio porque estaba con vosotros. 5Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. 6Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. 7Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré. 8Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. 9De un pecado, porque no creen en mí; 10de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; 11de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado. 12Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; 13cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. 14Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. 15Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará. 16Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver». 17Comentaron entonces algunos discípulos: «¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?». 18Y se preguntaban: «¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice». 19Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: «¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver”? 20En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. 21La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. 22También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. 23Ese día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. 24Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. 25Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. 26Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, 27pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. 28Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre». 29Le dicen sus discípulos: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. 30Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios». 31Les contestó Jesús: «¿Ahora creéis? 32Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. 33Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».
Capítulo 17
171Así habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti 2y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. 3Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. 4Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. 5Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese. 6He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. 7Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, 8porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. 9Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. 10Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. 11Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. 12Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. 13Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. 14Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. 16No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. 18Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. 19Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. 20No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, 21para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 22Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; 23yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. 24Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. 25Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. 26Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
201El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. 2Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». 3Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. 4Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; 5e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. 6Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos 7y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. 8Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. 9Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. 10Los dos discípulos se volvieron a casa. 11Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro 12y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. 13Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». 14Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. 15Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». 16Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!». 17Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». 18María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto». 19Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 20Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 22Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». 24Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». 26A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». 27Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». 28Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». 29Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». 30Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. 31Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.gs.