21Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. 2Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. 3En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. 4Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. 5Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. 6Quien dice que permanece en él debe caminar como él caminó. 7Queridos míos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado. 8Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo —y esto es verdadero en él y en vosotros—, pues las tinieblas pasan, y la luz verdadera brilla ya. 9Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas. 10Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. 11Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos. 12Os escribo, hijos, porque se os han perdonado vuestros pecados por su nombre. 13Os escribo, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno. 14Os he escrito, hijos, porque conocéis al Padre. Os he escrito, padres, porque ya conocéis al que existía desde el principio. Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al Maligno. 15No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. 16Porque lo que hay en el mundo —la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la arrogancia del dinero—, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. 17Y el mundo pasa, y su concupiscencia. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 18Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta de que es la última hora. 19Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros. 20En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis. 21Os he escrito, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira viene de la verdad. 22¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 23Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. 24En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; 25y esta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna. 26Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. 27Y en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas —y es verdadera y no mentirosa—, según os enseñó, permaneced en él. 28Y ahora, hijos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida. 29Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él.
31Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. 2Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. 3Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. 4Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley. 5Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado. 6Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no lo ha visto ni conocido. 7Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. 8Quien comete el pecado es del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del Diablo. 9Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. 10En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano. 11Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. 12No seamos como Caín, que procedía del Maligno y asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran justas. 13No os sorprenda, hermanos, que el mundo os odie; 14nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. 15El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva permanentemente en sí vida eterna. 16En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. 17Pero si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? 18Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. 19En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestro corazón ante él, 20en caso de que nos condene nuestro corazón, pues Dios es mayor que nuestro corazón y lo conoce todo. 21Queridos, si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. 22Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. 23Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. 24Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
41Queridos míos: no os fieis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. 2En esto podréis conocer el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; 3y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios: es del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo. 4Vosotros, hijos míos, sois de Dios y lo habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. 5Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha. 6Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el Espíritu de la verdad y el espíritu del error. 7Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. 8Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. 9En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él. 10En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. 11Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. 12A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. 13En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. 14Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. 15Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. 16Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. 17En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. 18No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor tiene que ver con el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. 19Nosotros amemos a Dios, porque él nos amó primero. 20Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. 21Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano.
51Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él. 2En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. 3Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, 4pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. 5¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? 6Este es el que vino por el agua y la sangre: Jesucristo. No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. 7Porque tres son los que dan testimonio: 8el Espíritu, el agua y la sangre, y el testimonio de los tres es único. 9Si aceptamos el testimonio humano, mayor es el testimonio de Dios. Pues este es el testimonio de Dios, que ha dado testimonio acerca de su Hijo. 10El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo. Quien no cree a Dios lo hace mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 11Y este es el testimonio: Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. 12Quien tiene al Hijo tiene la vida, quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. 13Os he escrito estas cosas a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna. 14En esto consiste la confianza que tenemos en él: en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. 15Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que le hayamos pedido. 16Si alguno ve que su hermano comete un pecado que no es de muerte, pida y Dios le dará vida —a los que cometan pecados que no son de muerte, pues hay un pecado que es de muerte, por el cual no digo que pida—. 17Toda injusticia es pecado, pero hay pecado que no es de muerte. 18Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios lo guarda, y el Maligno no llega a tocarlo. 19Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero yace en poder del Maligno. 20Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna. 21Hijos míos, guardaos de los ídolos.